giovedì 14 ottobre 2010

Intervención del Cardenal Stanisław Ryłko, Presidente del Consejo Pontificio para los Laicos



Por su actualidad e interés, publico la intervención del Cardenal Stanisław Ryłko, Presidente del Consejo Pontificio para los Laicos durante la tercera congregación general del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio (12 de octubre de 2010)




El desafío más grande que la Iglesia tiene que afrontar hoy es la formación de un laicado maduro en la fe, consciente de su vocación y misión en la Iglesia y en el mundo. Es necesario formar identidades cristianas fuertes y convencidas, despertar la audacia de una presencia visible e incisiva de los fieles laicos en la vida pública, una presencia que obre según los principios de la doctrina social de la Iglesia.
En el ámbito de la formación del laicado se abre un vasto espacio de acción para las diócesis y las parroquias, pero también para las escuelas y las universidades católicas, llamadas a buscar los caminos y los métodos educativos que respondan cada vez más a las reales exigencias de los fieles, siguiendo las enseñanzas de la Christifideles laici, magna charta del laicado católico. En un mundo marcado por una secularización creciente, no podemos dar por supuesta la fe, ni siquiera entre los bautizados. Es necesario, por tanto, empezar por los cimientos, es decir, promover con urgencia unos itinerarios concretos para una verdadera iniciación cristiana postbautismal, teniendo en cuenta que -como escribe el Papa- “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus caritas est nº 1).
En nuestro tiempo, uno de los grandes signos de esperanza para la Iglesia es la “nueva época asociativa de los fieles laicos” (Christifideles laici nº 29), que, después del Concilio Vaticano II, ve el nacimiento de muchos movimientos eclesiales y nuevas comunidades ¡Un verdadero don del Espíritu Santo! Estos nuevos carismas dan origen a unos itinerarios pedagógicos de extraordinaria eficacia para la formación humana y cristiana de los jóvenes y los adultos, y liberan en ellos un impresionante impulso misionero del que la Iglesia hoy siente una especial necesidad. Estas nuevas comunidades no son, obviamente, una alternativa a la parroquia, sino más bien un apoyo valioso e indispensable para su misión. Con espíritu de comunión eclesial, ayudan y animan a las comunidades cristianas a pasar de una lógica de mera conservación a una lógica misionera. El Papa Benedicto XVI, en continuidad con el siervo de Dios Juan Pablo II, no se cansa de pedir una apertura cada vez mayor de los Pastores a estas nuevas realidades eclesiales. En 2006, el Papa, al dirigirse a los obispos en visita ad limina, afirmó: “Os pido que salgáis al encuentro de los movimientos con mucho amor. Aquí y allá deben ser corregidos, incluidos en el conjunto de la parroquia o de la diócesis. Pero debemos respetar el carácter específico de sus carismas y alegrarnos de que nazcan formas de fe en las que la palabra de Dios se hace vida” (cfr. Osservatore Romano, 19 de noviembre de 2006).
Así pues, esperamos verdaderamente que las Iglesias de Oriente Medio se abran con creciente confianza a estas nuevas realidades asociativas. No debemos tener miedo de esa novedad de método y de estilo de anuncio que aportan: es una “provocación” sana que ayuda a vencer la rutina pastoral que está siempre al acecho y corre el riesgo de comprometer nuestra misión (cfr. Instrumentum laboris nº 61). El futuro de la Iglesia en esta región del mundo depende precisamente de nuestra capacidad de escuchar dócilmente lo que el Espíritu dice a la Iglesia hoy, también mediante estas nuevas realidades asociativas
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